18 de agosto de 2008

La escuela no está preparada para atender hechos violentos

Para casi la mitad de los porteños, la escuela no está preparada para enfrentar los incidentes y las agresiones que tienen como protagonistas a sus alumnos. Para muchos, estos hechos se vinculan con una crisis de valores general, que las familias tampoco logran contener totalmente.
La mayoría vincula la violencia que involucra a los adolescentes con la falta de contención familiar, "el alcohol y las drogas", y hasta los programas de TV.
Los datos surgen de una encuesta entre los ciudadanos de Buenos Aires, realizada por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, en un año en el que se han denunciado numerosos episodios de violencia entre los alumnos, que en muchos casos agreden a los docentes y que, inclusive, son filmados y exhibidos por Internet.
Los resultados de la encuesta muestran algunas contradicciones, lo que podría reflejar cierto desconcierto social.
Si bien se atribuye los hechos de violencia en la escuela a una crisis de valores general, no todos piensan que se trata de una novedad: la mayoría sostiene que las situaciones agresivas con jóvenes se daban antes igual que ahora y que no se difundían.
Quizás este porcentaje sienta que la crisis de valores en la Argentina se manifiesta desde hace rato y es una cuestión de larga data.
Es recurrente la sensación de que el país atraviesa desde hace varias décadas una profunda crisis de valores, que se agudiza con la decadencia económica y que las generaciones más jóvenes heredan.




La primera impresión, es que la violencia surge como reacción ante la frustración. La imposibilidad de alcanzar metas de tipo material que simbolizan erróneamente determinadas posiciones en la escala social, algo así como un nivel, un status socioeconómico que parece el objetivo a alcanzar, hace que la violencia surja como respuesta irracional cargada de resentimiento y odio por aquel, que supuestamente tiene algo, es elegante, lindo o vaya a saber que otra cosa envidiable.
Es cierto que los estímulos externos a los que los jóvenes, y no tan jóvenes se encuentran expuestos no contribuyen en nada a formar un criterio propio ni mucho menos una personalidad ajustada a los parámetros de convivencia social adecuada. Los medios de comunicación realzan el facilismo, el éxito sin esfuerzo, el bienestar económico desmedido por sobre los valores espirituales. Todo pasa por ventilar la vida personal de algún personaje como si fuera una cuestión de estado o una opinión sobre el caso tuviera el valor de un tratado de filosofía. En este contexto aparece la escuela como depósito de niños, muchachos que no conocen límites racionales, sus únicos frenos son violentos y, en consecuencia responden con más violencia, física o verbal.
El problema no es el hoy, lo complicado es el futuro, es ver hacia delante. El recambio generacional se produce en este marco y las instituciones educativas poco pueden hacer, más que nunca David aparece débil ante Goliat y lo peor es que esta vez caerá derrotado.
El análisis se ha hecho muchas veces, faltan propuestas para la solución. Una buena idea sería aquello de educar con el ejemplo, que quienes son notables predicaran los valores que faltan con sus actitudes y sus acciones, así como el que quiere enseñar hábitos y costumbres. La mejor forma de hacerlo es practicándolos y no proclamándolos.
Lástima que la realidad cotidiana devuelve día a día lo contrario.

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