11 de octubre de 2008
Tinellización de la TV
8 de octubre de 2008
12 de Octubre Día de la Hispanidad
La bandera de la Hispanidad fue solemnemente izada el 12 de octubre -Día de la Hispanidad- del año 1933 en Madrid, Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile entre otras ciudades. La VII Conferencia Interamericana, reunida en Montevideo en diciembre del mismo año, la adoptó junto con el lema “Justicia, Paz, Unión y Fraternidad”, y recomendó su uso como enseña común de Hispanoamérica. En ese concepto fue adoptada, tras sucesivos decretos, por los Gobiernos de Honduras, Nicaragua, Paraguay, Chile Bolivia, Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Perú, Colombia, Costa Rica, Panamá. Méjico y El Salvador.
El español, la lengua de la Hispanidad
Con la conquista de América, el español se expandió a través de todo el continente, desde California hasta Tierra del Fuego. El castellano original derivó paulatinamente en numerosas variantes que, si bien respetan el tronco principal, tienen diferencias de pronunciación y de vocabulario.
Filipinas merece una especial atención en esta cuestión. Desde 1899, año en que pasó a ser una colonia de Estados Unidos, sus autoridades siguieron una política de deshispanización del país, imponiendo el inglés. A pesar de que en Filipinas subsistía, a principios del siglo XX, un importante número de hispanohablantes (unas 900 000 personas), y a pesar de que su primera Constitución declaraba el español como lengua oficial, las autoridades norteamericanas fueron arrinconando el idioma progresivamente.
5 de octubre de 2008
El Aborigen Metropolitano
Según una definición del diccionario, aborigen resulta ser el primitivo habitante de un país, en contraposición a los pobladores posteriores. Asimismo, se define metropolitano como un elemento referido a la metrópolis, definiendo a ésta última como la ciudad principal de una provincia o estado.
Con las presentes definiciones, es posible observar una tipología de ser humano que se define como primitivo de cierto lugar, pero el referido lugar no es un ámbito rural o despoblado, sino todo lo contrario, una ciudad que no sólo se presenta constituida como tal, además es principal y de gran importancia.
Tal vez, ambos conceptos aparezca a priori como disociados a que los términos señalas poseen a las claras connotaciones diferentes. Efectivamente, la referencia al aborigen está asociada a aquellos pueblos que no se han incorporado al desarrollo general de la civilización y mantienen formas primitivas de vida, es dificultoso asociar este concepto al de metrópolis como ciudad principal ya que se entiende que quienes llevan una forma de vida no adaptada aún a los estándares civilizados, desarrollan sus actividades en ámbitos lejanos a lo que precisamente es una ciudad principal y a todo lo que ella supone.
Sin embargo, se habla en este trabajo de un individuo primitivo no en los aspectos materiales o tecnológicos de la cotidianeidad, pero si en el sentido conceptual de su existencia. Este ser habita la ciudad, es originario de ella, es primitivo y ha nacido en ella, es más, emigra hacia los principales centros urbanos metropolitanos es caso de haber surgido fuera de ellos.
El aborigen metropolitano no concibe, y casi no conoce, otra forma de vida que no sea la de la ciudad, ahí desarrolla sus actividades, sus ritos y costumbres.
El aborigen metropolitano se caracteriza por la banalización de la realidad, la falta de reflexión ante la toma de decisiones, la necesidad de lo mágico, la explicación de acontecimientos basándose en aspectos sobrenaturales, la adopción de costumbres de autoflagelación (piercing, tatuajes), la alienación puesta de manifiesto sobre todo cuando asiste a un espectáculo masivo, la absorción completa de mensajes de tono emotivo, la tendencia a idolatrar a personas y personajes (familiares o de los medios de comunicación social).
El culto a los ídolos se manifiesta claramente en la creación una suerte de nueva religión dónde conviven los conceptos tradicionales de Dios como divinidad suprema, la Virgen Desata nudos, santos de “canonización” popular como El Gauchito Gil, la bailantera Gilda, San La Muerte, La Difunta Correa y la “idolatralización” de personajes de la vida real, el Diego, Evita, Gardel, la vieja.
En la mayoría de los casos, y a pesar de reconocer a Dios como entidad divina única, este conocimiento se limita a lo aprendido por las costumbres cotidianas. La característica principal de la espiritualidad del aborigen metropolitano radica en el profundo desconocimiento de los fundamentos religiosos, las celebraciones, festividades y demás se asumen como acontecimientos de tipo social - tribal, la reunión de la familia para Navidad y Año Nuevo, en la cual el rito consiste en la ingesta desmedida de alimentos y alcohol, coronado por la práctica de la pirotecnia y el uso irresponsable de un arma de fuego para hacer disparos al aire. También se observan las festividades como una oportunidad vacacional, Semana Santa.
La primacía de la acción por sobre la razón, “no sé lo que quiero pero lo quiero ya” (consigna del algunas bandas musicales), parece ser la directriz de un comportamiento general en el que el mundo como concepto globalizador de la realidad carece de sentido, y el sentido utilitario adopta primacía por sobre los demás valores: “¿para qué?, total, ¿para qué sirve?”, “para qué saber esto o aquello si total no lo voy a usar”. La alta permeabilidad a los mensajes disparados desde los medios masivos de comunicación ha creado, en el aborigen metropolitano modelos a seguir en los cuales aparentemente el esfuerzo y la dedicación no son variables constantes para alcanzar el éxito.
Existen una serie de características constantes en esta tipología, el Ser nómade, la que se manifiesta en la tendencia de jóvenes y adolescentes a recorrer lugares de diversión durante una noche, sin fijar residencia definitiva en uno de ellos. Los asentamientos ilegales, las villas son las modernas tolderías.
Saqueo y descontrol, justicia por mano propia, constituyen el malón contemporáneo. El “grafitti”, la pintada, es la moderna pintura rupestre. Resignación ante lo que aparece como determinante. “Me lo mataron, la agarró el tío y me la violó”.
El aspecto abstracto del pensamiento no existe, todo se resume al plano de lo concreto, “es un sentimiento que no se puede explicar”, y precisamente no se puede explicar porque se carece de los elementos necesarios para realizar el proceso de abstracción de conceptos.
No posee iniciativas que lo remitan al progreso personal, espera que algo o alguien lo “salve”, el Estado por ejemplo. La creencia en que el destino está escrito y en que las cosas deben pasar necesariamente es una constante.
Desarrolla un lenguaje especial, no sólo quizás por la incorporación de términos nuevos que comprenden una mezcla de lunfardo, lenguaje carcelario, provinciano y porteño, sino también por la entonación.
La aparición del Aborigen Metropolitano en la sociedad argentina se encuentra relacionada con la importación de modelos culturales y sociales que estuvieron a lo largo de esto último tiempo, instalándose en nuestro país e instalando en la conciencia y en la memoria de las personas de los individuos que forman parte de las sociedades de estos lugares, diferentes modelos que lejos de acercarnos una figura hacia la cual nosotros podamos tomar como referencia para parecernos a nosotros mismos.
El ser humano posee la capacidad de crear un sistema social, económico y cultural que se transforme con el tiempo en una cultura. En este aspecto, es necesario tener cuidado con la utilización de ciertos términos, tal vez por aquello de que los más fuertes, históricamente hablando, impusieron, no solamente sus modelos económicos y sociales, sino también su lengua y toda la carga semántica que cada uno de esos conceptos lleva en si misma.
Aparecen, entonces los conceptos de civilización y barbarie. El que se impone, por la fuerza que le da su dominio, conculca, domina, impera sobre el más débil. Impone la lengua, todo aquello que no este dentro de ese circulo, de esa estructura, pasa a ser extranjero, extraño.
Históricamente, los griegos llamaban bárbaros a aquellos pueblos que no compartían la lengua griega y que por supuesto estaban fuera de ese ejido o de los límites en los cuales ellos habían instalado su propia cultura. Con el tiempo los romanos que eran herederos de la cultura griega, también, habían ampliado un poco más, habían sido un poco más peyorativos en el sentido de decir que los pueblos bárbaros eran aquellos que estaban fuera del marco cultural mediterráneo y que incluso eran carentes de civilización. Se llamaban a si mismo pueblos bárbaros a todos aquellos que estaban rondando a través de correrías, para establecer incursiones sobre el área de estos imperios para poder dominarlos. En el siglo quinto de esta era, los pueblos bárbaros, llamados por los conquistadores así, terminando derribando el imperio greco-romano.
Y esto es una suerte de bofetada paradójica de la historia, por que esos pueblos que eran considerados extraños, carentes de civilización, toscos, incultos, bárbaros y salvajes en definitiva, terminaron conquistando a aquellos que se decían ser los dueños de la civilización.
Traídos, estos términos a nuestro análisis, ha ocurrido algo parecido, por aquello de la importación de los modelos, herencia similar a través de los conceptos lingüísticos de lo que significa civilización y barbarie. El despliegue del Aborigen Metropolitano y la difusión de su cultura involutiva ha producido que la aparente conquista del fuerte dominador, dueño de los medios económicos y culturales, caiga rendido ante le irrefrenable avance de esta nueva tipología, como lo hicieron los griegos y romanos ante la avanzada de los bárbaros.
Para crear una identidad propia, se hace imprescindible ir hacia el fondo de las raíces y confrontar con un espejo imaginario, para tratar de encontrar la figura o el modelo que contenga, que haga al hombre ser idéntico a él mismo. Sucede muchas veces que en el fondo de ese espejo aparece una imagen equivoca, distorsionada, borrosa, que desforma la identidad, por aquello de que el Aborigen Metropolitano suscribe con su conducta al grupo de los bárbaros. Por que es bárbaro, no se parece a los que dicen ser los civilizados, que tienen una idea extraña, foránea, extranjera.
Entonces, ¿la conciencia humana, el espíritu, la mente ayudará a responder esta pregunta inherente al rumbo adoptado por la mayoría de la sociedad nacional?. ¿Se debe asumir esa condición de barbarie, de barbaridad, de barbárico, de barbarismo, cuando incluso se habla de vicios del lenguaje, como una actitud sin retorno e incluso impregnada de la más profunda involución? ¿Es necesario empezar a entender esta realidad despojada de todo preconcepto, de toda idea previa, de cuanto marasmo lingüístico ha venido instalándose en la sociedad, imponiendo ideas que hacen que despierten pasiones extrañas al verdadero sentimiento de identidad que debe tener el hombre?.